Arranca este poema como un poema kamikace

pues circula en sentido contrario
por los márgenes de una cuartilla en blanco
queriendo
estrellarse contra la naturaleza
de las vocales y las consonantes
dejando a su paso un rastro silencioso
de erizos aplastados.
Este poema se agita a toda velocidad
con la furia que alimentan
las disculpas no aceptadas
tras haber repostado
en los desastres cotidianos que,
aún siendo diminutos,
suelen oradar el terreno.
Corre presto, este poema, ansiando precipitarse
dando vueltas de campana;
queriendo saltar así por los aires,
en un acto sublime de amor.
Porque a este poema,
que derrapa a cada letra,
le he cortado los frenos
para convertir su impacto
en impronta, en huella.
Cuando llegue el momento, entre los restos de la carrocería asonante,
sólo hallarán los amasijos de un par de dummies.

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